La búsqueda de la felicidad es una aspiración universal que ha cautivado a la humanidad a lo largo de la historia. Sin embargo, en nuestra frenética carrera por alcanzar metas y objetivos, a menudo relegamos nuestra salud a un segundo plano. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en el Preámbulo de su Constitución, define la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. El equilibrio entre la salud física, social y mental es, por tanto, un elemento esencial para lograr esa felicidad; estos tres pilares son intrínsecamente interdependientes y juegan un papel crucial en nuestro bienestar integral.
La salud física es la base sobre la cual construimos nuestras vidas. Hace referencia al estado general del cuerpo y a su capacidad para realizar actividades diarias sin dificultades y, más allá de la ausencia de afecciones o enfermedades y de los recursos sanitarios a nuestro alcance para combatirlas, la medicina actual sigue una tendencia clara a favor de promover que cada individuo sea el protagonista de su salud. Esto quiere decir que la proactividad en hábitos de vida saludables es clave para gozar de bienestar físico. Un cuerpo en buena forma no solo es resistente a enfermedades, sino que también posee una energía vital que influye directamente en nuestra disposición y actitud.
Por otro lado, la salud social es el vínculo que nos conecta con el mundo que nos rodea. Las relaciones personales sólidas y saludables nos brindan un sentido de pertenencia y apoyo. Invertir tiempo en cultivar amistades y conexiones familiares nutre nuestra alma y nos proporciona una red de seguridad emocional. Compartir experiencias y momentos con seres queridos no solo fortalece los lazos, sino que también contribuye a la sensación de satisfacción y alegría.
Y no menos importante es la salud mental, más relacionada con el bienestar emocional, cognitivo y psicológico, y con la forma en que afrontamos el día a día, es un componente esencial para alcanzar el equilibrio y una vida plena. El estrés, la ansiedad o la depresión son factores que pueden afectar negativamente nuestra salud mental y, por ende, nuestra felicidad. La práctica de la atención plena, el cultivo de pensamientos positivos y la búsqueda de actividades creativas son maneras efectivas de cuidar nuestra mente y promover la claridad y la serenidad interior. Una mente sana es capaz de mantener hábitos saludables, tomar decisiones informadas y afrontar los desafíos de esa carrera frenética con resiliencia.
La interconexión de estos tres pilares es innegable. Cuando uno flaquea, los otros también se ven afectados. A continuación, se mencionan algunos ejemplos de esta interrelación con más que demostrado aval científico. Un cuerpo enfermo puede minar la energía mental y dificultar la interacción social; la soledad y la falta de apoyo social pueden tener un impacto negativo en la salud mental y física; cuando nos sentimos bien físicamente, estamos en mejor disposición para disfrutar de las actividades que nos apasionan y construir relaciones significativas; una mente en paz nos permite saborear el momento presente y encontrar gratitud en las pequeñas cosas de la vida. Por lo tanto, al cuidar cada uno de estos aspectos, estamos construyendo un círculo virtuoso que fortalece nuestra búsqueda de la felicidad.
En un mundo donde la velocidad y la competencia pueden socavar nuestra salud, es esencial recordar que la felicidad no es un destino final, sino un viaje constante. Al invertir en nuestra salud física, social y mental, y equilibrar estos tres pilares, estamos creando los cimientos para una vida plena y satisfactoria. En definitiva, cuidar de nosotros mismo no es un lujo, es un acto de amor propio y una necesidad básica para alcanzar la felicidad duradera y genuina.