¿Qué te llevó a decidirte por venir a nuestro centro?
Mi situación personal, física, psíquica y médica había llegado a un punto límite en el que ya no podía desenvolverme solo. Buscar el apoyo que necesitaba dentro de uno de los centros de Fundación PRODE fue algo que tuve claro desde el principio. Por un lado, por el buen papel que ha venido haciendo durante mucho tiempo en el Valle, ese trato personal, atento e individualizado que dan todos los trabajadores, buenos continuadores de la filosofía y el espíritu de PRODE, y por otro, pero no menos importante, la cantidad de talleres ocupacionales, de terapias, sesiones de gimnasia y comidas personalizadas.
Has hablado de no poder desenvolverte solo, una soledad no deseada. ¿Crees que la soledad no deseada afecta a la sociedad hoy en día?
Totalmente, aunque estemos rodeados de gente y enganchados al móvil, cuando acaba el día te das cuenta de que cada uno va a lo suyo, hasta tú mismo lo haces. Nos hemos convertido en una sociedad poco solidaria que va descartando a quien no aporta beneficio propio. Una sociedad con prisa que aparca a quien no sigue el ritmo, y al final, cuando llega la noche mucha gente se siente sola.
¿Qué papel crees que juega Fundación PRODE respecto a la soledad no deseada?
Aunque no llegue a la totalidad de la población, veo una actitud determinante en su actuación, preocupándose por las personas más vulnerables de la sociedad, tanto en este tema como en otros muchos.
Con cuatro libros publicados y otro terminado, en algunos de tus poemas hablas de la soledad. ¿Cómo has plasmado la soledad dentro de tu obra?
Como un ser imaginario, pero a la vez real como la vida misma. El desgarro, el sufrimiento, la incomprensión de la familia, la falta de futuro. Como una droga, un veneno que te corroe por dentro. Un caballo que galopa a la deriva. Hay muchos factores que influyen en que uno se sienta solo. En mi obra yo también he hecho mención a las vírgenes y los santos como remedio a la soledad, así como al diálogo, que pudiera ser el mejor remedio.
