Mi nombre es Isabel García, nací en Añora el 10 de junio de 1946 donde sigo viviendo a día de hoy. Siempre he amado mi pueblo y crecí participando de sus tradiciones, especialmente he disfrutado con la festividad de la cruz; he sido crucera toda la vida, me gustaba hacer las cosas más difíciles.

Me defino como una persona muy positiva, luchadora, valiente y muy dispuesta a participar en todo lo que pueda, aunque también un poco testaruda, creo que hay que serlo para solventar los problemas del día a día.

Os voy a contar un poquito cómo ha sido mi vida, no ha sido nada fácil. Mi infancia fue como la de una niña normal, eran otros tiempos y desde bastante pequeños teníamos que empezar a trabajar para ayudar en casa; desde siempre he trabajado en la recolecta de algodón, aceitunas, maíz, etc. Cuando tenía 15 años tuve unas fiebres muy altas, me diagnosticaron reumatismo articular, lo pasé bastante mal ese tiempo. Algo después empecé a salir con el que actualmente sigue siendo mi marido, Francisco. Nos conocíamos de siempre ya que vivíamos una casa frente a otra y además éramos primos segundos. A pesar de los impedimentos, decidimos vivir nuestro amor y cuando quisimos casarnos, al ser familia tuvimos que pedir permiso al obispado de Córdoba, el cual nos lo concedió y en 1970 nos casamos.

Al principio nos quedamos viviendo en Añora, tuvimos dos hijos, Maribel e Hilario. Cuando eran muy pequeños mi marido se fue a trabajar a Gerona a las vías del tren y allí nos fuimos toda la familia durante cinco años, estuvimos viviendo en un pueblo que se llama San Miguel de Fluviá, siempre hemos estado juntos todos, luego el trabajo allí flojeó y nos volvimos al pueblo.

Con 36 años me diagnosticaron una enfermedad de corazón. A raíz de muchas pruebas médicas, descubrieron que venía provocada por la fiebre que había tenido muchos años atrás; desde entonces he tenido que enfrentarme a cinco operaciones de corazón.

Cuando tenía 48 años mi vida cambió, me dio un ictus a causa de una negligencia médica en una de las operaciones, a raíz de este momento me vi muy limitada en todos los aspectos de mi vida. Tuve que pasar mucho tiempo con un logopeda para volver a hablar un poquito, y hacer mucha rehabilitación física para recuperar un poco de movilidad. Mi vida había cambiado, ya no podía hacer las mismas cosas. Mi marido y mis hijos siempre me han ayudado mucho, pero me hubiese gustado poder ayudarles yo a ellos. Por ejemplo, cuando mis hijos se casaron, no poder ayudarles a preparar sus bodas fue una cosa que me causaba mucha tristeza, o cuando nacieron mis nietos, siempre me he esforzado mucho para poder comunicarme con ellos. En este tiempo sufrí otro golpe muy complicado, falleció un nieto cuando tenía solo 4 años en un accidente de tráfico, fue muy duro y siempre he tenido mucha pena por esto. Tengo otros tres nietos a los que quiero con locura, Clara, Fernando y David, disfruto mucho cuando van a verme y puedo pasar tiempo con ellos.

En 2016 tuve una rotura de cadera y fue cuando conocí a Fundación PRODE, comencé a acudir al Centro de día de Dos Torres, al principio me costó acostumbrarme porque me gustaba mucho estar en mi casa, pero poco a poco me fui encontrando muy a gusto tanto con los compañeros y compañeras como con las personas que trabajan aquí, a los que después de tantos años los siento como si fuesen mi familia. La rehabilitación física recibida por parte del centro me ha venido muy bien tanto para la hemiplejia provocada por el ictus como para la recuperación de la rotura de cadera; empezar a recuperar la movilidad me ilusionó mucho. Además, los días aquí son estupendos, siempre participo en todas las actividades que puedo, me gusta aprender cosas nuevas y me encantan las salidas que hacemos, en las que siempre me acompaña mi marido, es uno de mis deseos, que siempre podamos ir juntos a todos los sitios.

Mis aficiones son limpiar y planchar, disfruto teniendo mi casa limpia y todo ordenado. A pesar de la dificultad de movilidad que tengo he aprendido a hacerlo y me motiva mucho. Otra cosa que también me encanta es salir a pasear y a tomar algo con mi marido, en verano salimos casi todos los días.

En definitiva, deciros que en PRODE me siento muy a gusto, me encanta pasar los días aquí. Mi vida es más sencilla gracias a la ayuda de los profesionales de Fundación PRODE y de mi familia, entre todos hacen que sea feliz y me siento muy agradecida.

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