Hablar del tiempo nos saca de más de un apuro cotidiano, por ejemplo, en el ascensor junto a un vecino al que hemos visto un par de veces. Se ha convertido en la conversación comodín para romper el hielo en las relaciones sociales.
Pero en los últimos años, hemos pasado de hablar del tiempo con cada vez mayor interés y recelo. Las aplicaciones de predicción meteorológica se han convertido en imprescindibles en los smartphones de buena parte de la población. La preocupación por el clima y sus efectos se ha disparado por los cada vez más frecuentes acontecimientos climáticos adversos y sus consecuencias, como la sequía o la escasez de recursos hídricos. Según el barómetro del Centro de investigaciones sociológicas (CIS), la preocupación por el medio ambiente y el cambio climático se ha disparado en los últimos meses, situándose en el quinto problema para los españoles, justo por debajo de la sanidad.
Y es que, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), avalada por la comunidad científica, el aumento de las temperaturas es la causa directa de la degradación ambiental, los desastres naturales, las condiciones meteorológicas extremas, la inseguridad alimentaria e hídrica, la disrupción económica, los conflictos y el terrorismo. Ningún rincón del planeta está a salvo de las devastadoras consecuencias del cambio climático.
En nuestro entorno más inmediato, ecosistemas como la dehesa ya sufren las consecuencias de este fenómeno y, según la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), en apenas dos décadas, los daños en las dehesas podrían ser muy graves. Aunque están formadas por bosques y vegetación bien adaptada a las condiciones de la península, el aumento de las temperaturas y el descenso de las precipitaciones, además de alterar el delicado equilibrio agroganadero, aumentarán el riesgo de incendios y la erosión, afectando negativamente a la regeneración natural y poniendo en peligro la supervivencia de este entorno.
Parece claro que algo hay que hacer. La ciencia nos dice que el cambio climático es irrefutable, pero también que no es demasiado tarde para detener su avance. Es momento de emprender acciones audaces, individuales y colectivas, transformaciones en todos los aspectos de la sociedad para crear un futuro en el que haya más justicia, menos sufrimiento y se restablezca la armonía entre las personas y el planeta.