[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]Historia con alma

Mi nombre es Josefa y tengo 81 años. Nací en Hinojosa del Duque y allí he residido toda mi vida.

Mis padres, Antonio y Eugenia, tuvieron cuatro hijos, tres mujeres y un varón. Todos vivimos en la actualidad. Siempre recuerdo mi infancia con mucho cariño, porque vivíamos en el campo largas temporadas, allí nos sentíamos libres y muy felices, mis hermanos y yo. Los domingos nos veníamos todos al pueblo. Mi madre nos vestía para ir a misa y nos daba una perra gorda a cada hermano, de la cual llegábamos a hacer ¡dos perras!, porque con ella íbamos al cine infantil, al parque y siempre comprábamos algo que nos gustaba, ¡nos cundía! Uno de los días más felices que recuerdo de pequeña fue el día de mi primera comunión.

El único momento duro que recuerdo de mi juventud fue el fallecimiento de mi cuñado con 35 años, dejando viuda a mi hermana con 33, ella es una mujer muy guapa y nos parecemos muchísimo. Nos dolió mucho a toda la familia y mi hermana tuvo que sacar sola adelante a sus hijos.

Fui creciendo, y puedo decir que he tenido siempre ansias por trabajar y ayudar a mi padre en el campo. Siempre me iba con él, al contrario que mi hermana, a quien no le gustaba nada ir. Nunca me costó trabajar, mi padre contaba conmigo para todo: sembrar, segar, recolectar…

Hubo una época en la que me dediqué a bordar. Aprendí yo sola y me gustaba mucho porque así estaba entretenida los días de lluvia en el campo. He hecho colchas, lagarteras, sábanas y otras cosas. Al casarme, dejé un poco de lado esta afición porque me fui al campo con mi marido y mis hijos. Cuando los niños empezaron el colegio nos vinimos al pueblo y era mi marido el que iba y venía.

Tengo tres hijos, y siempre he querido que estudiasen y llegasen a tener unos buenos puestos de trabajo, ya que nosotros no pudimos. La verdad es que lo hemos logrado, porque están los tres trabajando y muy felices.

 

No viven en el pueblo, pero eso en estos tiempos es algo normal. Tienen su residencia en Madrid y Sevilla. Y uno de ellos viaja mucho a América, porque mi nieta vive allí. Ellos están allí contentos y yo también, que hayan hecho su vida fuera y aprovechado las oportunidades que les dimos mi marido y yo.

En la actualidad mi hogar es la residencia de mayores de Belalcázar, de Fundación PRODE. Aquí llegué porque al finalizar el confinamiento estaba cansada de estar sola en casa, ¡nadie entró en un año y medio en casa por miedo a coger el bicho! En todos esos meses me entretenía con mis adoradas plantas, pero la soledad me estaba ganando la batalla, así que decidí venir a vivir a esta residencia, para estar acompañada y no sentirme insegura por estar sola. Desde entonces, mis días son mucho más entretenidos y felices, y he recobrado la ilusión por vivir.

Antes de venirme a vivir aquí tuve que ir de urgencias al médico porque me encontraba mal. Desde entonces me están haciendo pruebas y estar en la residencia en estos momentos me da mucha tranquilidad. Me atienden si empeoro, se encargan de gestionar mis citas médicas, mi medicación, mi alimentación, y todo lo que necesito para controlar mi salud.

Además, aquí he conocido a personas que se han convertido en amigos, con los que hago actividades divertidas y que me mantienen ocupada. Pero lo más significativo es que he conocido a un señor que es viudo, como yo, y con el que me he entendido muy bien. Hemos iniciado una relación hace poquito tiempo. Estoy muy ilusionada con él, porque me cuida y está siempre pendiente de mí. Nos queremos mucho y estamos muy contentos los dos.

Al principio nos costó dar el paso de decírselo a nuestros hijos, pero en cuanto se lo dijimos, tanto los suyos como los míos se alegraron mucho y nos dijeron que lo importante es que nosotros estuviéramos a gusto y fuéramos felices.

Puedo decir que con la decisión de venir a vivir a la residencia de Belalcázar, he dejado de sentir soledad, he mejorado en salud, he recobrado la ilusión y he vuelto a encontrarme con el amor.

Ahora, aquí, mis días tienen todo el sentido que le faltaba fuera. 

Una historia con alma

Josefa – Historia con alma[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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