[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]¿En qué consiste el proyecto de formación dual para personas con discapacidad intelectual que acabáis de poner en marcha en Fundación PRODE?

Es la primera vez que en Fundación PRODE se realiza este tipo de formación, en concreto, en el sector de la hostelería, con 10 personas con discapacidad intelectual, las cuales van a tener desde el primer día un contrato de formación y aprendizaje. En este tendrán que combinar en su jornada laboral diaria, unas horas de formación en la Escuela Profesional de Fundación PRODE y otras horas de trabajo en el restaurante de la Entidad en el parque joyero de Córdoba.

Este procedimiento de trabajo es ideal para este perfil de trabajadores-alumnos donde, además de acceder a un contrato de trabajo, se están formando para adquirir una titulación oficial a través de certificados de profesionalidad de nivel 1. El poder poner en práctica, día a día, los conocimientos teóricos les facilita el aprendizaje de los mismos, disminuyendo así las dificultades que presentan las personas con discapacidad intelectual para el aprendizaje y promoviendo la mejora de su calidad de vida.

¿Qué proyección destacarías de esta iniciativa?

Es un proyecto pionero en Andalucía, que esperamos poder implantar con más especialidades formativas en un futuro próximo, con el fin de conseguir la inserción social y laboral de alumnos con discapacidad intelectual que tras su etapa educativa se quedan desamparados y sin opciones de seguir formándose para lograr un futuro mejor y una vida con sentido.

Existe falta de recursos adecuados en el proceso de transición a la vida adulta para este colectivo. Se necesitan apoyos personalizados que apoyen el proyecto de vida de cada persona, y opciones estables que permitan a los jóvenes con discapacidad intelectual una continuidad en su formación profesional y cultural más allá de la Enseñanza Secundaria Obligatoria, en contextos comunitarios y desde planteamientos inclusivos.

¿Qué impacto puede tener este tipo de proyectos en sus familias y en la sociedad?

Aparte del impacto en la calidad de vida de las propias personas, se influye sustancialmente sobre sus familias como principal soporte, acostumbradas a asumir costes adicionales (económicos, emocionales, derivados de la facilitación de apoyos, etc.) en comparación con otras unidades familiares en cuyo seno no hay un componente con discapacidad. El acceso a este proyecto supone un alivio en las imposiciones que el resto de miembros del grupo familiar han de soportar en la corresponsabilidad de dispensación de apoyos y de búsqueda de oportunidades tras la etapa educativa, ya sean en términos de tiempo, dinero, esfuerzo físico o costes de oportunidad.

Igualmente, la sociedad sufre un impacto positivo traducido en beneficios de carácter intangible, difícilmente cuantificables, como son valores que incluyen la superación, la solidaridad, la entrega, la paciencia, la empatía, el respeto, la colaboración, la gratitud, la energía, la constancia, la integración, la exigencia, así como el valor esencial de la igualdad de oportunidades.

 

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