[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]El mes de febrero ha sido difícil para Fundación PRODE. Muchas personas han sufrido las consecuencias directas de la COVID-19, y éstas, unidas al desgaste que se vienen arrastrando desde hace ya muchos meses, han hecho que las últimas semanas fueran especialmente duras. Pero dicen que tras la tempestad, viene la calma. Poco a poco vuelven actividades habituales en los diferentes servicios; las puertas se abren de nuevo para recibir a familiares, salir a domicilios e incluso para retomar algunas actividades en la comunidad, aunque siempre con el máximo respeto a la normativa y a las medidas de seguridad establecidas para la población general pues, a pesar de la relativa calma, los nubarrones siguen acechando.

 

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