[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]Mi nombre es Juan Andrés Fernández pero todo el mundo me conoce por “Quinito”. Nací en Villanueva de Córdoba y aunque llevo mucho tiempo viviendo en Pozoblanco, me sigo considerando “jarote” desde los pies a la cabeza, donde sigo teniendo muchísimos amigos y parte de mi corazón. También os quiero mucho a los “tarugos”, “¡que lo sepáis!”.

Mi vida nunca ha sido fácil, posiblemente ahora esté viviendo los momentos de más tranquilidad. Soy el menor de dos hermanos y de mi infancia recuerdo que era un “muchacho muy malo”. Mis padres no podían hacer vida de mí. Nunca fui a la escuela aunque no por ello me puedan engañar fácilmente y todo lo que he aprendido se lo debo a la calle, a la gente y a las vivencias que me han marcado, unas buenas y otras no tanto. A los ocho años ya estaba trabajando como “mandaero” en el mercado de abastos de mi pueblo, donde estuve más de veinte años en dos empresas de venta de fruta y productos de la huerta.

Una experiencia de la que guardo buenos recuerdos fue cuando tuve que hacer el servicio militar, que estuve entre Cerro Muriano y Córdoba, donde conocí a personas de todas partes y donde me apreciaban todos, sobre todo los mandos, porque trabajé mucho y siempre estaba dispuesto a hacer favores (a cambio de algunos dineritos, también hay que decirlo).

Después de hacer la mili, precisamente en una feria de Pozoblanco, tuve la oportunidad de conocer a la que dos meses más tarde fue mi esposa, con la que me casé y tuve una hija. Fue una etapa que, “a ratos bien, a ratos mal”, la llevamos como pudimos, la convivencia fue complicada y aquello terminó después de unos 10 años.

Desde muy joven yo he tenido un problema que se agravó en ese momento y me refiero al de beber más de la cuenta. Si el hecho de beber ya en sí me causaba diferentes perjuicios, ello se agravaba porque yo me transformaba en otra persona que no era yo. Me volvía una persona grosera, que faltaba al respeto y causaba conflictos por todos los sitios. Era como dos Quinitos diferentes, uno trabajador, sociable, querido por todos, amigo de sus amigos y, el otro, un Quinito huraño, afectado por la bebida que solo originaba problemas. Con el paso de los años esto iba a peor y llegó a un extremo en el que ya pasaba más tiempo bajo los efectos del alcohol y donde el otro Quinito se apoderó de mi vida. En esa etapa, bajo esas circunstancias, la gente no me quería tanto. Yo casi no podía trabajar y sólo pensaba en sacar dinero de donde fuera para poder alimentar al monstruo que me estaba comiendo.

Fue en ese momento cuando un buen amigo y persona muy querida en Villanueva me hizo el favor de mi vida: convencerme (casi a la fuerza) para ingresar en PRODE. Me estoy refiriendo a Bartolomé Carmona “Carmonilla” que, junto con Isidora Parejo, una enfermera de mi pueblo, lograron traerme a Pozoblanco, allá por 1999. Si mi infancia no fue fácil, mi primera etapa en Pozoblanco fue un calvario, porque yo no acababa de adaptarme y mi enganche a la bebida no fue fácil de dominar. Ya en PRODE, viví primero en Residencia y, a continuación, en las Viviendas Tuteladas, donde continúo hoy en día. Que, ¿cómo logré salir del alcohol?, pues pasándolo regular, con mucho esfuerzo y con la ayuda de muchas personas e instituciones a las que se lo debo todo, sin ellas yo ahora no estaría aquí para contarlo. Aprovecho para decirlo en alto. Por eso repito muchas veces que a PRODE le debo la vida.

Pero una vez superado el problema soy una persona feliz, contenta y orgullosa de haberlo conseguido. Como he dicho, a PRODE se lo debo todo, no sólo me han ayudado a superar mi problema, sino que me han dado una casa y además ahora tengo la familia que nunca llegué a tener verdaderamente. En este momento, una vez jubilado, vivo una vida tranquila, compartiendo momentos con mi pareja (Victoria), y a la que aprovecho para decirle que la quiero mucho. No puedo pedirle más a la vida. Los años que me quedan seguiré disfrutando de mis amigos aquí en Pozoblanco y de las oportunidades que nos da PRODE, como los ratos de ocio, las vacaciones, tomarme mi cafelito “del bueno”, la convivencia con mis compañeros y el apoyo de todo el personal. A ver si se pasa ya el virus este que nos tiene “jodidos”. No quiero despedirme sin mandar un abrazo a todos lo que me quieren, que yo también os quiero.

¡Ah!, y no os enfadéis los tarugos por lo que he dicho antes que, a pesar de todo, ¡sois buena gente![/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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