[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]Nací  el 7 de Diciembre de 1965 en Villanueva de Córdoba. Soy el tercero de cuatro hermanos. Mis padres me llamaron Francisco por mi abuela paterna, aunque al final todos me llamaban Paquito porque mi padre era Paco. Actualmente, en Fundación PRODE todos me llaman Paco.

Mi familia y yo vivíamos en un piso en la Calle Olivo. Los 4 hermanos nos llevábamos una diferencia de edad de año y pico o dos años entre uno y otro, por lo que mis padres, especialmente mi madre, que es la que se quedaba en casa, tenía bastante tarea. Éramos bastante traviesos. Recuerdo las siestas a mi madre en las escaleras del piso con una goma de butano, con la que nos amenazaba para que no hiciésemos ruido, ya que nuestro vecino se levantaba muy temprano a trabajar y tenía que descansar a esas horas.

Estudié párvulos, y después pasé a un colegio de monjas para chicos. Por las tardes, en mi barrio salíamos los amigos de la zona a jugar a la calle. Jugábamos a fabricar casas de indios con hojas de palma y demás, y lo pasábamos literalmente ¡como los indios!

Durante mi infancia, también me gustaba mucho cantar, y cantaba con mis hermanos. No teníamos micrófono pero yo siempre buscaba algo que se pareciera, por ejemplo, solía usar un enchufe de una lavadora, ja, ja.

Hice la comunión con 7 años, y a los 8 o 9 años nos mudamos a una casa, donde abajo vivía mi familia y arriba mi tía (hermana de mi madre) también con su familia.

Estudié 1º, 2º y 3º de primaria en otro colegio, donde asistía al comedor con mis hermanos. Recuerdo que el profesor me preguntaba si entendía bien lo que él explicaba. Me puso el primero de la fila porque él creía que yo tenía problemas de audición, pero realmente, no comprendía bien. Mis padres, de hecho, me hicieron una prueba de audición, donde se confirmó que no tenía ningún problema. Sin embargo, aunque con dificultad superé todos los cursos.

En 4º de primaria me cambié a otro colegio. Me costaba un poco comprender las explicaciones, pero no llegué a repetir. No era muy buen alumno, era bastante bromista y tenía unos amigos que no se centraban mucho en los estudios, sino en pasarlo bien y ligar con chicas.

5º de primaria fue el curso que más me gustó de todos. Mi profesor era un conocido de mi padre. Él fue estupendo conmigo, porque veía que no comprendía bien y me llevaba a su casa por las tardes, donde me daba de merendar y se ponía conmigo a hacer tareas de matemáticas. Tenía mucho tacto conmigo, y recuerdo el olor característico de su casa. Para mí fue mi mejor profesor y lo recuerdo con mucho cariño.

Con 10 años, me gustaba mucho la música y comencé a dar solfeo por las tardes. Ahí comenzó mi inclinación por la música, sin embargo, no llegué a terminar estos estudios el segundo año y lo dejé.

En 6º, 7º y 8º tuve un compañero de curso que me explicaba los problemas de matemáticas en su casa por las tardes y me ayudó mucho. Finalmente, terminé 8º con un Suficiente.

 

Antes de terminar, los Salesianos de Pozoblanco nos llevaron a visitar el taller de automoción, de electricidad, etc, para incitarnos a seguir estudiando y formarnos para trabajar en el futuro. A mí eso me gustó y me matriculé en los salesianos en el ciclo formativo FPI de electricidad. Superé el primer año y el segundo año repetí. Al repetir, me di cuenta de que había perdido el tiempo y me centré mucho en estudiar ese año. Me metía en mi habitación a dibujar y a estudiar mucho. Sentía que ahora sí estaba aprendiendo de verdad. Pero no llegué a terminar el curso.

Durante  ese tiempo, comencé también a dar catequesis a niños con otra chica, e íbamos de convivencias. Comenzó el tiempo de las comunidades y me impliqué mucho en la religión.

Esa navidad, conocí a una chica, amiga de mi cuñada (mujer de mi hermano) con la cual me obsesione, para mí era mi amor platónico. No llegué nunca a tener nada con ella, pero siempre la he recordado y actualmente también la sigo recordando, aunque ella falleció hace poco.

En esta época, fue cuando apareció mi enfermedad. Recuerdo un día que dando catequesis sentí algo raro en el corazón. Era como una emoción muy grande. Me llenaba mucho dar catequesis a los niños, pero al mismo tiempo, cuando estaba con los compañeros de clase de FP, ellos me notaban raro y yo hablaba cosas incoherentes. Estaba mal, aunque no alterado.

Un día de esos, en que me sucedían estos episodios, mis amigos me llevaron a casa y mis padres llamaron al médico. Vino una médica y me puso una inyección. Yo creía que esa noche me moría. Tenía pensamientos incoherentes, pensaba cosas que no eran como yo creía.

Después de eso, fuimos a Córdoba a un Psiquiatra, donde tuve que entrar rápido a la consulta porque tenía delirios. Yo tendría unos 15-16 años. No recuerdo mucho más, solo que me mandó medicación e iba a verlo cada 3 meses. Esto fue un palo muy gordo para mis padres.

La medicación me dejaba muy adormilado. Tras un tiempo, el psiquiatra me recomendó que ocupara mi tiempo, buscara un trabajo, etc. Mi madre me buscó una tienda de ropa donde estuve como ayudante solo una semana porque me agobie, me costaba y no tenía constancia.

En esa época, con unos 20-21 años, pasaba la mayor parte del tiempo en casa. Aunque iba también a convivencias de las comunidades, pero sobre todo, leía muchos libros. Yo quería volver a sentir las sensaciones que tenía antes de mi enfermedad, cuando era estudiante.

Empecé a ir a clases de guitarra. Me refugié en la música e intentaba estar ocupado.  Me gustaba mucho tocar la guitarra, y ahí comenzó mi afición por ella, con la que aún sigo. Ya que actualmente voy al conservatorio, donde aprendo guitarra y música. Este es mi primer año de conservatorio.

Al cabo de un tiempo, comenzó mi interés por volver a ir a los salesianos. Me volví a matricular, pero solo asistí a una clase y me volví a hundir. Para mí, era todo muy diferente a cuando yo estaba allí y me vine abajo.

Me apunte al servicio andaluz de empleo (SAE) donde surgió la oportunidad de hacer un curso de energía solar, pero no lo hice porque yo sabía que a la mínima dificultad lo iba a dejar.

Fui a clases de mecanografía y contabilidad, pero no mejoraba. Aunque yo siempre buscaba opciones para seguir aprendiendo, no tenía constancia en terminar lo que empezaba. Lo único que mantenía era la guitarra. Reconozco que lo que me gustaba era la novedad, y cuando algo se volvía rutinario o tenía alguna dificultad, lo dejaba.

He sido siempre muy caprichoso y mi madre me lo daba todo. Una vez me compró una raqueta para que me fuese a hacer deporte. Aunque nunca jugué con nadie, siempre practicaba sólo porque nadie quería jugar conmigo.

A los 28 años, un catequista me dijo que fuese todos los días a misa de alba que me ayudaría y que buscase trabajo, y eso hacía todos los días. Un día, buscando trabajo, el jefe de mi hermano, en Milar electrodomésticos me dio la oportunidad de probar en su tienda. Allí tenía mi sitio para reparar y aprender el oficio e incluso electrónica. Me apoyaron mucho, a pesar de que muchos días me costaba ir. Ahí me di cuenta de que yo tenía habilidades, pero el miedo y el no tener constancia, me hizo dejarlo después de unos meses.

El ambiente en mi casa debido en parte a mi enfermedad, no era muy bueno y una noche tras varias discusiones, tuve que ingresar en agudos, donde estuve una semana. Fue entonces cuando los médicos me recomendaron entrar en Fundación PRODE. Yo les dije que si me ayudaban me iría a Fundación PRODE, y así lo hicieron.

En 2002 entré en Fundación PRODE en el Centro de día ocupacional donde iba de lunes a viernes. Comencé a poner más de mi parte, y a madurar un poco. Intentaba no ser tan caprichoso y ser un poco más constante. Estuve en varios talleres de manualidades, en serigrafía, en centralita y en dibujo.

Durante este tiempo, mis padres se fueron haciendo mayores, la situación no era buena en casa. Yo me ponía muchas veces agresivo. Uno de estos días, llegué del centro ocupacional y le plantee a mis padres que cuál iba a ser mi futuro. Y justo ese día, mi madre me dijo que había conseguido plaza en Viviendas tuteladas en Fundación PRODE. Yo me lo tomé muy mal porque pensaba que si entraba ahí ya no tendría ningún futuro, no saldría nunca de allí. Iba a estar fuera de mi casa con gente que no conocía y eso no me gustaba.

Antonio Jurado jugó un papel importante en esta decisión, y finalmente entré en Viviendas tuteladas en Marzo de 2017. El equipo de Viviendas tuteladas comenzó a trabajar conmigo. Vi que creían en mí y también comencé a asistir al taller de marquetería en el centro ocupacional, de las opciones que había era la que más me gustaba.

Al poco tiempo, en Junio de 2018, surgió la oportunidad de formarme y aprender una ocupación en la cafetería Yosíquese Coffee & Food que Fundación PRODE iba a abrir. Esta oportunidad surgió a través de una nueva área que se había creado en la entidad, el  Área sociolaboral, y  acepté. Yo veía que quizás iba a ser un poco duro para mí, pero quise intentarlo y estaba agradecido de que hubiesen pensado en mí. Era como una nueva puerta que se te abre y yo quería darlo todo.

Los primeros días fueron más duros, pero poco a poco he ido aprendiendo, sólo el hecho de estar en un lugar con tantas personas, supone para mí un gran logro. He superado muchas situaciones nuevas y he aprendido a aceptar que hay días que lo haré mejor y otros peor, que hay que adaptarse a lo que haya que hacer cada día, porque todos los días no son iguales. Por eso agradezco los apoyos que todos los profesionales me dan para seguir superándome y aprender cada día.

Reconozco que las personas con las que me he encontrado desde entonces en el Área sociolaboral me han ayudado mucho y he cambiado mi manera de ver las cosas. Antes veía la vida desde otra perspectiva, era más inmaduro, y ahora disfruto mucho más de la vida, sé mis limitaciones, valoro más las cosas. Valoro el esfuerzo y la lucha, la constancia que antes no tenía. Me he dado cuenta de la importancia de manejar mis emociones y de tener valores en la vida. Lo cual también hemos trabajado en el aula de formación y me ha servido mucho.

Sobre todo, valoro el trabajo que hacemos todos como equipo por tener una mejor calidad de vida y el verme como cualquier persona de la sociedad que intenta ser uno más. En definitiva, sentirme incluido socialmente.

Doy gracias a todas las personas que a lo largo de mi vida me he encontrado en el camino y que me han aconsejado durante esta dura batalla que es la vida.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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