Constantemente escuchamos las palabras “Calidad de Vida” y lo relacionamos directamente con el Bienestar. Este concepto incluye por un lado una dimensión subjetiva: cómo la persona percibe su bienestar, la satisfacción personal; y por otro, una dimensión objetiva que tiene que ver directamente con el estado general de la salud, incluyendo la salud física, el estado psicológico, el nivel de independencia y las relaciones sociales.
A menudo encontramos en nuestra sociedad un conjunto de creencias y prejuicios acerca de los adultos mayores en función de su edad. Consideramos “ley de vida” que una persona a cierta edad tenga pérdidas importantes de memoria o dificultades para caminar; sin embargo, estas características deberían ser señales de alerta para indagar un poco más y brindarle la atención y herramientas necesarias para que preserve su funcionalidad.
A pesar de los muchos mitos y prejuicios alrededor de esta etapa, es posible envejecer con calidad.
A diario, a partir del contacto con nuestros usuarios de los distintos servicios de atención a personas mayores de la Fundación PRODE, vemos en ellos gran motivación por aprender, por superarse cada día, ilusión por tener iniciativas nuevas, interés por ayudar a sus compañeros y nutrir con su experiencia la vida de otras personas, componentes fundamentales para su calidad de vida.
Ellos, con sus testimonios de vida, nos han enseñado a encontrarle un nuevo significado a la vejez, a rescatar el valor de los adultos mayores y todo lo que continúan aportando en el seno de la sociedad y cómo esto genera bienestar físico y emocional.
Los adultos mayores todavía tienen mucho que entregar y grandes capacidades que pueden desarrollar. Es por ello que nos planteamos como reto descubrir nuevas perspectivas y visiones sobre esta etapa y procurar los apoyos necesarios para que cada vez más personas envejezcan mejor y con mejor calidad de vida.