La Universidad es un agente de referencia para el progreso de las sociedades; un ámbito en el que el espíritu crítico, la investigación y la vocación de excelencia se aúnan para generar conocimiento útil para la sociedad. Las universidades marcan el rumbo del progreso humano y son capaces de inducir cambios sociales profundos desde cualquier disciplina del saber.

Esa capacidad de transformación social que posee la Universidad guarda una afinidad evidente con la misión de las entidades del Tercer Sector. Por ello, ambos agentes están llamados a mantener un diálogo fluido y permanente.

Las relaciones entre el ámbito universitario y las entidades de carácter social deben cristalizar en iniciativas concretas de cooperación que, por definición, son mutuamente beneficiosas. Para la Universidad, suponen un refuerzo de su compromiso con la sociedad de la que forma parte; y para entidades como Fundación PRODE, representan una oportunidad para acceder a nuevo conocimiento, para mejorar el desempeño profesional de la Entidad y, en última instancia, para vehicular de manera más eficaz su contribución al cambio social.

Son varios los ámbitos de colaboración que surgen entre la Universidad y las entidades del sector de la discapacidad. Uno de ellos lo constituye la investigación y fijación de nuevos paradigmas de intervención y apoyos, para lo cual se requiere de la complicidad de los agentes clave de la sociedad. Entre ellos se encuentra la Universidad, cuya actividad docente e investigadora es clave para desplegar en la práctica los nuevos esquemas y poder generar efectos en las personas.

Por otro lado, la cercanía de la Universidad al ámbito empresarial supone una clara oportunidad para las personas con discapacidad. El hecho de que el ámbito universitario constituya un espacio de inclusión permite que el alumnado con discapacidad pueda desplegar su potencial y alcanzar una alta cualificación profesional, que pueden aplicar tanto en empresas ordinarias, como en centros especiales de empleo. La articulación de iniciativas dirigidas a estudiantes con discapacidad, especialmente en forma de programas específicos de prácticas, puede suponer una contribución clave en el reto de la inserción laboral.

En todo caso, la naturaleza crítica e inquieta de la Universidad, en diálogo con las entidades del ámbito social, hará que pronto se identifiquen nuevas oportunidades, se cuestionen esquemas y conceptos, se investiguen nuevas posibilidades de actuación y se genere nuevo conocimiento, en el contexto de una exigente cooperación. Todo ello, con un objetivo compartido: una sociedad mejor.

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