[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]Es obvio que el ritmo de transformación social que vivimos resulta vertiginoso tanto para las personas como para las organizaciones. De esto hemos hablado ya en varias ocasiones desde estas líneas, y de que el éxito de unas y otras depende de la capacidad que demuestren para asumir y gestionar esos cambios.

El Tercer sector, y en concreto el conjunto de redes que ofrecen apoyo a personas con discapacidad, no es ajeno a esta realidad y el tradicional rol que han desempeñado las organizaciones también se ve cuestionado.  La mayor parte de estas organizaciones fueron creadas hace décadas basadas en concepciones ya anticuadas centradas en el déficit o discapacidad de la persona, que resultaban en mera asistencia institucional. Desde hace tiempo, es precisa una transformación hacia servicios de apoyo orientados y centrados en cada persona, siempre bajo la exigencia que marcan sus derechos; las organizaciones han de llevar a cabo un cambio, una revolución en sus estructuras y funcionamiento para adaptarse a los avances de los últimos años. Hablamos fundamentalmente de la incorporación del paradigma de apoyos y, sobre todo, del desarrollo del concepto integral de calidad de vida, que se materializa en la implementación de programas e intervenciones individuales para obtener resultados personales que mejoren la vida de cada persona.

Es el proceso reflexión-acción el que hace avanzar; la experiencia acumulada, sumada a la creatividad, da como resultado innovación y cultura, que se definen como elementos clave para adoptar estas nuevas formas de pensamiento y alcanzar mejores resultados de un modo sostenible.

Schalock y Verdugo, reconocidos investigadores y figuras clave en el sector, plantean que las organizaciones redefinidas deben caracterizarse por ser productoras de conocimiento, creando valor y conocimiento mediante el pensamiento de sistemas, la creatividad y una cultura de aprendizaje que sintetiza la información implícita y explícita.

El modelo de cambio organizacional es un proceso de transformación profundo que ha de planificarse estratégicamente y cuya implementación puede durar años. Y en este punto se encuentra Fundación PRODE. Consciente de la importancia de la innovación, la creatividad y la gestión del conocimiento, plasmó estos enfoques en la elaboración de su IV Plan estratégico. Ahora, el despliegue del mismo, está suponiendo numerosos cambios que, en suma, deben hacer de Fundación PRODE una organización eficaz, eficiente y sostenible que mejora la calidad de vida de las personas.

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