Todas las personas, en algún momento de nuestras vidas necesitamos pasar momentos a solas, refugiarnos en nosotros mismos para reflexionar, despejar la mente o simplemente descansar. Llegado el momento, nuevamente necesitamos de la familia, los amigos, un abrazo o unas risas compartidas. Sentir que le importamos a alguien, que estén esperando por nosotros, que disfrutan nuestra compañía, son satisfacciones impagables que la vida nos regala.

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Sin embargo, con el paso del tiempo y la llegada de la vejez, estos momentos comienzan a ser cada vez más esporádicos, y la soledad comienza a ser uno de los grandes enemigos en la tercera edad. En algunos casos, esta soledad se debe a que no tienen familia, o sí la tienen, pero residen lejos de la persona mayor o actúan con indiferencia.

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La soledad también puede surgir por los miedos y las inseguridades propias de la edad, o a causa de enfermedades crónicas que disminuyen su calidad de vida o les impiden desenvolverse por sí mismos, donde, a pesar de tratarse de familiares implicados, el ritmo de vida al que nos enfrentamos día a día y las responsabilidades familiares y profesionales, dificultan el tiempo dedicado a atenderles.  Habitualmente nos encontramos, también, con personas mayores insatisfechas por las atenciones y cuidados recibidos y familiares implicados con sentimientos de desasosiego y culpa, porque a pesar de sus esfuerzos, todo apoyo prestado es insuficiente.

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La calidad de vida en la tercera edad, no solo implica un buen estado físico, sino también emocional. La amargura y la tristeza roban las ganas de vivir a muchas personas mayores que se sienten solas. A pesar de las circunstancias, todos podemos poner nuestro granito de arena e ir más allá de las circunstancias sociales para que los adultos mayores tengan un protagonismo importante en el seno de la familia y no se sientan nunca solos.

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Las principales necesidades emocionales de las personas mayores son la necesidad de estima y reconocimiento. Necesitan sentir que forman parte de la sociedad y de su entorno cercano. En este aspecto, las personas mayores y los familiares-cuidadores, pueden tener un gran apoyo en los servicios de estancia diurna.

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Este recurso favorece las relaciones sociales con otras personas con situaciones, intereses y gustos similares, ofreciendo un entorno donde tener contactos con personas de su edad, cambiar de impresiones y retomar o hacer nuevas amistades. Y al mismo tiempo, los familiares-cuidadores, disponen de tiempo para poder ocuparlo libremente en sus obligaciones profesionales o familiares, y dedicar el resto del tiempo a atender, acompañar y cuidar a la persona mayor las horas que no se encuentra atendido en el centro.

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Son muchos los familiares que nos refieren como ha mejorado su relación tras incorporarse la persona mayor al servicio de estancia diurna: el tiempo que pasan juntos es más distendido hablando de lo que ha acontecido ese día en el centro, de lo que han hecho, de lo que han hablado, etc., no demandan tantas atenciones, y el tiempo que le dedican los familiares es de mayor calidad.

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